Lagos de Covadonga

IMG_20150807_090145Desde la cafetería no se ve más que la niebla que rodea el paisaje …

La ropa, empapada, no tiene mucho indicios de secarse antes de comenzar el descenso hacia Covadonga. Antes, no mucho antes, las vacas han sido testigos de la locura. Un día tapado, lluvia antes de empezar a subir, el recuerdo de hace 17 años cuando los lagos sólo se intuían entre una espesura blanca … Épica. Con las piernas dormidas después de días de descanso y con el frío no siendo la mejor ayuda para despertarlas no se podía esperar un ritmo muy ágil, pero ha sido suficiente para ir ascendiendo sobre un asfalto muy mojado, rodeado de la verde vegetación y del silencio de poco más de las 7 de la mañana.

A medida que se va subiendo empieza a difuminarse el verde entre la niebla. El desnivel se mantiene mientras las vacas pasean a mi alrededor, preguntándose quién es más animal irracional. Busco con la mirada algún cartel que advierta de la llegada a la temida «Huesera», pero no hay rastro. El asfalto se empina y me obliga a apretar los dientes poco antes de llegar al Mirador de la Reina, donde el terreno da un respiro. Poco después, la sensación entre el éxito y el desconcierto. El lago está delante. En algún momento he pasado el trozo más duro de la subida sin ser consciente de ello. Subo hasta el otro lago y me dirijo a buscar el calor de un café con leche.

Hace un par de días subí con el coche y pude ver el paisaje en todo su esplendor. ¿Más bonito? Quizá. ¿Qué elijo si me dan a escoger? Pues que si hay que subir en bici quiero hacerlo como vi que lo hacían en la Vuelta del año ochenta y pico, con su niebla, con su agua, con su frío… ¿Locura? Devoción.

Desde la cafetería no se ve más que la niebla que rodea el paisaje …