Uno de esos días…

La vida es muy a menudo como ir el bicicleta. Hay días en qué no hay manera de subir esa pequeña rampa, aunque lleves todo el desarrollo metido, mientras hay otros que el puerto más temible no nos da ningún miedo. Días en que las piernas duelen en el llano y otras en que notas que vas sin cadena y vas calculando todos esos récords personales que el Strava te va a dar cuando descargues la ruta.

13241733_1255966437748719_493647379_oDías en los que cuesta un mundo levantarse de la cama para ponerse el traje de romano y otros en los que estás deseando que llegue la hora de que salga el sol para aprovechar todos los minutos de luz.

Días en los que miras atrás y te da la impresión de que ya has hecho todas aquellas rutas que soñabas hacer y que quizá ya no haya razón para volver a ponerte unas zapatillas de calas. Otros, en cambio, pasas horas trazando rutas imaginarias por puertos todavía por descubrir que, si bien no son los más nombrados, quizá son los más bonitos y bucólicos para ser ascendidos.

Días en qué te planteas si valen la pena los madrugones para ir a esas clases de spinning que te permiten montarte luego en la bicicleta e ir cómodo, y otros en los que no concibes vivir sin ese pequeño entrenamiento que sabes que en el fondo es vital.

Hoy es uno de esos días en que la vida se vuelve bicicleta o la bicicleta se vuelve vida para ayudar a entender mejor que estos días también deben existir. Porque el mejor estado de forma no se detecta si antes no se ha tenido la baja forma. Porque disfrutar subiendo una rampa al 10% de desnivel no se puede hacer si antes no sabes lo que es sufrir ese mismo porcentaje. Porque el calor de esos días de mayo no te da la misma vida si en enero no has pasado un frío que te hiela la punta de los dedos. Porque rodar con la carretera mojada te permite correr mucho más cuando ésta está seca.

Porque cuando se pincha una rueda toca cambiarla, nunca abandonar la bicicleta. Porque, en uno de esos días, hay que seguir pedaleando para mantener el equilibrio.