El túnel del Gavia

Pues sí, vas subiendo el Gavia, que no es ninguna tontería, y después de bastantes kilómetros, a falta de sólo tres, alguien apaga las luces. Tal cual. Entras en un ambiente húmedo, frío y en el que de poco sirve la típica luz pequeña del manillar y mucho menos la trasera que va enganchada a la tija. No se ve nada de nada. Para ponerle más salsa al momento la pendiente no baja en ningún momento del 9%. Este dato está sacado de relatos y altimetrías varias porque en esos momentos lo que menos te pones a mirar es el cuentakilómetros.

Túnel de Gavia

Son 500 metros. Los 500 peores metros que te puedas imaginar. Rezando para que no pase ningún coche, especialmente en dirección contraria, pues dudas si te verá y también dudas de ir por tu carril. No se ve nada de nada. De hecho hay historias de gente que ha llegado a chocar con alguna de las paredes del túnel.

500 metros al 9% pueden significar perfectamente tres minutos de tu vida pedaleando dentro la oscuridad más absoluta. Esperando esa luz al final, esa obertura que te indique que se acaba el sufrimiento, como si fuera una metáfora del purgatorio. Con el corazón encogido, pedaleando quizá más rápido de lo que lo harías en el exterior, con la intención de llegar al final lo antes posible.

El día que pasé tan aterradora experiencia hubo un australiano que prefirió rasparse las piernas y brazos pasando por entre las zarzas que hay en un estrecho paso paralelo al túnel. Eso sí, él no podrá escribir con conocimiento de causa el miedo que se pasa pedaleando por su interior…