Jugando a ser ciclista

Dentro del amplio mundo de las personas que salen en bicicleta de carretera hay un grupo, más o menos grande, a los que nos hubiera encantado correr un Tour, una Vuelta, una Flecha Valona o un Mundial. Digo «nos hubiera encantado», no que tengamos cualidades para ello, ni que entrenemos lo suficiente, ni que estemos dispuestos a sacrificarnos como deberíamos.

Así pues, entre esos factores, la edad que ya no acompaña para que nos eche el ojo ningún equipo ProTour ni la escuela de ciclismo del barrio, y otras responsabilidades como el trabajo o la familia, para la mayoría de nosotros la única opción de sentirte como un ciclista de esos que salen por la tele es participar en alguna marcha cicloturista.

En esos eventos generalmente se puede rodar a ritmo libre, lo que se traduce en que hay gente que va muy rápido y gente que se lo toma con toda la tranquilidad del mundo. Y enmedio de ambos, la mayoría. Una mayoría que por un día se pone dorsal, siente algún nervio antes de la salida, intenta coger ruedas buenas que le permitan ir rápido sin gastar excesivamente, se plantea el puerto de turno como si fuera el decisivo de una gran prueba, relevos, posiciones aerodinámicas en las bajadas, hachazos en las subidas… sintiendo esa adrenalina en su cantidad justa para disfrutar sin riesgos.

Porque sí, porque de vez en cuando a uno le apetece imaginarse siendo aquello que nunca podrá ser. El decorado: el mismo que usan los profesionales. El pelotón: con tanta gente que hay de todos los niveles de forma y ritmo. La organización: conocedora de lo que le gusta a los que vamos a su prueba, que no es otra cosa que jugar a ser ciclista.