Sant Pere de Rodes

Lo recordaba como un puerto fácil, de no mucho kilometraje y con buen asfalto… quizá porque lo ataqué en su día desde la vertiente de Vilajuïga.

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Así que como iba a ser una empresa realizable «sin problemas» salí desde Rosas hacia Cadaqués, para después llegar hasta el Cap de Creus, en una ruta preciosa pero que hay que hacer a primera hora de la mañana para disfrutarla sin coches. Una vez allí, media vuelta nuevamente hacia Cadaqués y a buscar el desvío hacia Port de la Selva, donde se inicia la subida a Sant Pere por la otra vertiente. Una vez allí, giro a la izquierda y una rampa que se eleva hacia el cielo da la bienvenida. Parece que se va a complicar la empresa.

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El asfalto está destrozado en muchas zonas y hay que ir de lado a lado de la carretera para no meter la rueda en los agujeros que hay. Por otro lado, por lo menos de buena mañana, el tráfico es nulo y permite poder contemplar el mar a la derecha, cuando el terreno permite levantar la mirada. Conforme se va ganando altura aparece la niebla, que le da a la subida un aire todavía más épico, y ésta acompaña hasta los últimos kilómetros donde el terreno suaviza. Es obligatorio llegar hasta la puerta del monasterio por un camino de cemento.

El descenso hacia Vilajuïga por la otra vertiente sí está bendecido por el sol, descubriendo una parte de la montaña que parece imposible que pueda estar tan cerca de la sombría que ascendía hacía pocos minutos. El resto de la ruta no sólo me devuelve a Rosas, también a la realidad de las carreteras con coches… pero gratamente impresionado con una subida que habrá que repetir.