Aquellas superbicis…

Es sábado por la noche y mañana toca salida. Empiezo con la rutina de prepararlo todo, donde no puede faltar el hinchar las ruedas, dar un vistazo a las pastillas de freno, pasar una toallita si hay alguna parte muy sucia… y me vienen a la mente todos esos años de infancia y adolescencia con la bici de turno, aquella que era de paseo o bmx. Aquello sí que era una bici «apañá».

Recuerdo que llegábamos al pueblo para pasar el verano a finales de julio y tal como bajaba del coche ya estaba subido encima de la bici. No me viene a la memoria a mii padre hinchando la rueda, aunque no descarto que lo hiciera. Pero aunque así fuera, lo que es seguro es que en el mes y medio que permanecía allí no volvía a entrar el aire en aquellas ruedas. Y siempre estaban perfectas! O por lo menos eso parecía.

La bicicleta duraba lo que duraba. Tres, cuatro, cinco años… Y jamás me planteé cambiarle las cubiertas, las pastillas de freno, las fundas y los cables… nada! Seguro que no hacía salidas de 80 kilómetros con ella, pero también puedo asegurar que no me bajaba de ella durante buena parte del día.

Todo ésto me lleva a pensar que, sin saberlo, teníamos unas superbicicletas a las que no se le deshinchaban las ruedas, que frenaban siempre bien, que no hacían ruidos… o quizá quienes se montaban en ellas no tenían tantos miramientos como tienen ahora con esos maquinones con los que salen…